La falta de criterio y, en ocasiones, la falta de valentía nos conduce a tener que asumir situaciones de lo más ridículas por miedo a ser señalados
Hace unos días, explicaba a mi compañero de despacho una de mis últimas experiencias en política sobre la facilidad que tienen algunos concejales del equipo de gobierno para realizar afirmaciones categóricas y la seguridad que muestran a la hora de reafirmarse en su impecable gestión municipal. En ocasiones tengo la sensación de que viven en un mundo paralelo al nuestro. Resultó muy gracioso cuando ambos coincidimos en la similitud de la situación con una historia para niños escrita por un poeta y escritor danés, el Sr. Hans Christian Andersen.
Cuenta la historia que unos sastres se quisieron aprovechar del emperador y lo convencieron de que podían confeccionar el traje más bonito del mundo. Además, este traje, tenía la particularidad de que solo podría ser visto por personas que eran cultas e inteligentes. Es decir, solo los necios serían incapaces de verlo.
El confiado emperador cayó en la trampa de aquellos sastres. Les encargó su confección y, una vez terminado, se dispuso a vestir ese traje tan espectacular para enseñarlo.
Séquito de palmeros
Pues bien, lo cierto es que nadie veía el traje (no existía), pero claro, como se decía que aquel traje solo podían verlo las personas cultas e inteligentes, nadie quería pasar por mentecato. Como no podía ser de otra manera ¡Todo su séquito de palmeros manifestó lo increíble y maravilloso que resultaba ese traje!
El emperador se mostraba muy seguro y confiado de que poseía el traje más bonito del mundo, hasta que se cruzó con un niño, quien le señaló y gritó “¡el emperador va desnudo!”. Solo fue en ese instante cuando todo el pueblo se dio cuenta del engaño y empezaron las burlas y carcajadas hacia el emperador.
Da igual si se trata de concejales
Lamentablemente, en el mundo real también nos encontramos con muchos “emperadores desnudos”. Da igual si se trata de concejales, alcaldes, diputados o el propio presidente del gobierno de la nación. Lo cierto es que la política está repleta de “sastres” dispuestos a confeccionar increíbles trajes hechos a medida y de soberbios “emperadores” dispuestos a lucirlos. La falta de criterio y, en ocasiones, la falta de valentía nos conduce a tener que asumir situaciones de lo más ridículas por miedo a ser señalados o por el qué dirán, cuyas consecuencias termina pagando el contribuyente.
Quizá solo cuando seamos capaces de contar con líderes honestos y sinceros con ellos mismos, pero también críticos con el entorno que les rodea, podremos acabar con esa negativa percepción de las administraciones públicas y su deficitaria gestión.
Estas situaciones no vienen de ahora
Y es que estas situaciones no vienen de ahora, se dice que ya en la antigua Roma, a los generales triunfantes les gustaba pasear por las calles y plazas para ser aclamados por su pueblo como si de dioses se tratara. Sin embargo, solían hacerlo acompañados por un siervo que continuamente les repetía “Respice post te! Hominem te esse memento!” que venía a ser algo así como: “Mira tras de ti y recuerda que solo eres un hombre.
La falta de criterio y, en ocasiones, la falta de valentía nos conduce a tener que asumir situaciones de lo más ridículas por miedo a ser señalados
Hace unos días, explicaba a mi compañero de despacho una de mis últimas experiencias en política sobre la facilidad que tienen algunos concejales del equipo de gobierno para realizar afirmaciones categóricas y la seguridad que muestran a la hora de reafirmarse en su impecable gestión municipal. En ocasiones tengo la sensación de que viven en un mundo paralelo al nuestro. Resultó muy gracioso cuando ambos coincidimos en la similitud de la situación con una historia para niños escrita por un poeta y escritor danés, el Sr. Hans Christian Andersen.
Cuenta la historia que unos sastres se quisieron aprovechar del emperador y lo convencieron de que podían confeccionar el traje más bonito del mundo. Además, este traje, tenía la particularidad de que solo podría ser visto por personas que eran cultas e inteligentes. Es decir, solo los necios serían incapaces de verlo.
El confiado emperador cayó en la trampa de aquellos sastres. Les encargó su confección y, una vez terminado, se dispuso a vestir ese traje tan espectacular para enseñarlo.
Séquito de palmeros
Pues bien, lo cierto es que nadie veía el traje (no existía), pero claro, como se decía que aquel traje solo podían verlo las personas cultas e inteligentes, nadie quería pasar por mentecato. Como no podía ser de otra manera ¡Todo su séquito de palmeros manifestó lo increíble y maravilloso que resultaba ese traje!
El emperador se mostraba muy seguro y confiado de que poseía el traje más bonito del mundo, hasta que se cruzó con un niño, quien le señaló y gritó “¡el emperador va desnudo!”. Solo fue en ese instante cuando todo el pueblo se dio cuenta del engaño y empezaron las burlas y carcajadas hacia el emperador.
Da igual si se trata de concejales
Lamentablemente, en el mundo real también nos encontramos con muchos “emperadores desnudos”. Da igual si se trata de concejales, alcaldes, diputados o el propio presidente del gobierno de la nación. Lo cierto es que la política está repleta de “sastres” dispuestos a confeccionar increíbles trajes hechos a medida y de soberbios “emperadores” dispuestos a lucirlos. La falta de criterio y, en ocasiones, la falta de valentía nos conduce a tener que asumir situaciones de lo más ridículas por miedo a ser señalados o por el qué dirán, cuyas consecuencias termina pagando el contribuyente.
Quizá solo cuando seamos capaces de contar con líderes honestos y sinceros con ellos mismos, pero también críticos con el entorno que les rodea, podremos acabar con esa negativa percepción de las administraciones públicas y su deficitaria gestión.
Estas situaciones no vienen de ahora
Y es que estas situaciones no vienen de ahora, se dice que ya en la antigua Roma, a los generales triunfantes les gustaba pasear por las calles y plazas para ser aclamados por su pueblo como si de dioses se tratara. Sin embargo, solían hacerlo acompañados por un siervo que continuamente les repetía “Respice post te! Hominem te esse memento!” que venía a ser algo así como: “Mira tras de ti y recuerda que solo eres un hombre.
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